viernes, 30 de mayo de 2008

EL CONOCIMIENTO

Universidad Simón Rodríguez
Dr. Alexis Agüero
EL CONOCIMIENTO

A.- EL UNIVERSO, CIENCIA E HISTORIA[1]
1. EL UNIVERSO DE LOS GRIEGOS
Los griegos dieron el nombre de sabios a amigos o amantes de la sabiduría, es decir a filósofos[2], quienes eran hombres que buscaban la verdad de las cosas, y si buscaban la verdadera porque consideraban que no la poseían. De mane­ra que ahora iniciaba una nueva etapa en la historia del hombre.
Tales: Fue a Tales (625-545 a. C.) nativo de Mileto, ciudad próspera a las orillas del mar Egeo, a quien se le reconoce la primera idea de orden científico. Él propuso que el universo se rige por leyes naturales y no divinas y que la razón humana es capaz de entenderlas. Esa idea sigue hoy vigente entre los hombres de ciencia. No sucede así con la explicación que Tales daba del universo, aunque en esa época resultaba ser muy revolucionaria. Sus teorías ga­naron muchos discípulos. A esos filósofos se les conoce comúnmente como jonios debido a que habitaron una zona territorial llamada Jonia.
Tales pensaba que todas las cosas estaban constituidas en última instan­cia por agua; el universo lo formaban dos grandes discos confrontados: uno era la tierra y el otro el cielo, arriba y abajo había agua.
Pitágoras, quien vivió del 582 al 500 a. C., tuvo tanta influencia que fundó una hermandad o asociación que luego se dividió en dos ramas: una científica y otra religiosa.
Los pitagóricos pensaban que "el universo se dividía en tres partes, que en orden de creciente nobleza y perfección eran el Uranos o tierra y su esfera sublunar, el Cosmos o los cielos móviles limitados por la esfera de las estre­llas fijas, y el Olimpo o la morada de los dioses". Propusieron el axioma de que los cuerpos celestes se mueven en trayectorias uniformes y circula­res ya que la figura geométrica circular era, de acuerdo con ellos, la más per­fecta. Dos pitagóricos, Hicetas y Ecfanto, afirmaron que la Tierra estaba en el centro mismo del universo y que giraba en torno a su propio eje una vez por día.

En Platón (427-347 a. C.) el genio del espíritu griego alcanzó su culminación. A diferencia de sus predeceso­res, que se concentraron en importantes problemas individuales, Platón integró todas las grandes preocupaciones del ser humano en una estructuración coherente del conocimiento.
Platón pensaba que el universo obedecía a un plan racional del Creador. Según Platón, el universo era matemático:
Suponía que al comienzo había dos tipos de triángulos rectángulos: medio cuadra­do y medio triángulo equilátero. De estos triángulos derivaban racionalmente cuatro de los sólidos regulares que componían las partículas de los cuatro elementos. Las partículas del fuego eran tetraedros, las del aire octaedros, las de agua icosaedros y las de tierra cubos. El quinto sólido regular, compuesto de pentágonos regulares, el doceaedro, formaba la quintaesencia, el quinto elemento que conformaba el material de que estaban hechos los cielos.
El conjunto del universo era una esfera, ya que la esfera es simétrica y perfecta, siendo igual en todos los puntos de su superficie. Asimismo el universo estaba vivo, poseyendo un alma dispersa por su espacio y, al estar vivo, se movía.
El movimiento del universo era de rotación porque el movimiento circular era el más perfecto al no precisar ni manos ni pies. Cada uno de los cuatro elementos estaba presente en el universo en una cantidad tal que la proporción entre fuego y aire fuese la misma que la proporción entre aire y agua y entre agua y tierra. Todo objeto podía designarse mediante un número que expre­sase las proporciones de los elementos que contenían.

De todos los animales, el hombre era el primero. Platón creyó que en la creación del hombre se hizo primero su cabeza, ya que de ese modo era más perfecta y parecida al universo, luego se le hizo el cuerpo y las extremidades impidiendo así que la cabeza girara.

Aristóteles (384-322 a. C.), al igual que Platón, suponía que el universo obe­decía a un plan racional del Creador. El universo lo constituían la Tierra y ocho esferas físicas en las que se encontraba fijo un cuerpo celeste. Por pri­mera vez las esferas pasaron a ser reales, hechas de un material puro (la quintaesencia) y sin peso alguno.
La Tierra era el centro del universo mientras que cada día las esferas del Sol y las estrellas fijas giraban en torno suyo. Las otras esferas giraban con regularidad distinta pero siempre alrededor de la Tierra. Como ves, Aristóteles abandonó la idea de que la Tierra giraba sobre su propio eje.
Partiendo de la esfera más cercana a la más lejana de la Tierra, las esfe­ras eran: Esfera de la Luna, Esfera de Mercurio, Esfera de Venus, Esfera del Sol, Esfera de Marte, Esfera de Júpiter, Esfera de Saturno y finalmente, la Esfera de las Estrellas Fijas. Esta última esfera "era movida por el Primun Mobile o Motor Inmóvil de la periferia del universo que regía todas las esfe­ras del universo en su conjunto". Pareciera sugerir que las otras esferas tam­bién tenían un motor responsable de la esfera correspondiente. Esos motores eran espirituales, tal como el cuerpo humano es movido por (el motor de) el alma. Más allá de la octava Esfera se encontraba la morada de los Dioses: el Olimpo.
De acuerdo con Aristóteles, todas las cosas al nivel del Uranos estaban formadas por cuatro elementos esenciales: tierra, aire, agua y fuego; mien­tras que el Cosmos estaba formado por una quintaesencia. Los cuerpos celes­tes en contraposición con los terrestres, eran puros, perfectos, incorruptibles y por tanto sus movimientos eran uniformes y circulares; los cuerpos terrestres eran degenerables, imperfectos, y sus movimientos rectilíneos y finitos (te­nían principio y fin).
Conforme los cuerpos se iban elevando hacia los cielos iban ganando pureza. La Luna, por su cercanía con la Tierra, todavía mostraba algo de su impureza en las manchas que se le observan desde la Tierra.
El centro del universo estaba en el centro de la Tierra, al cual tendían los que tenían mayor gravedad (compuestos por agua y tierra). Cuanto más pesa­dos eran los cuerpos, más de prisa eran atraídos hacia la Tierra. Los cuerpos más nobles (formados por aire y fuego) tendían a elevarse hacia los cielos.
Aristarco de Samos (310-230 a. C.) dio un paso adelante en la concepción del universo en su obra De los tamaños y distancias del Sol y la Luna. Trató de calcular las distancias que existían entre la Tierra, la Luna y el Sol. Él fue el primero en proponer que el Sol estaba en el centro del universo. En ese tiem­po no pudo ser asimilada su teoría porque rompía con todas las ideas que los griegos tenían en torno a los cielos y la Tierra. Eso determinó que se estanca­ran con la teoría de Aristóteles, la cual perduró por mucho tiempo.
Eratóstenes de Cirene (284-182 a. C.), bibliotecario del Museo de Alejandría, fue quien realizó el cálculo de la redondez de la Tierra. Lo hizo des­pués de observar que el 24 de junio de cada año (solsticio de verano) el Sol estaba al mediodía exactamente sobre la vertical en la ciudad de Siena y por eso los objetos verticales como por ejemplo los gnomon (relojes de Sol), en ese momento no proyectaban sombra. También observó que en esa misma fecha y a la misma hora en Alejandría, al norte de Siena, ubicada a 5000 estadios de distancia, los gnomon proyecta­ban una sombra de 7.2°. Obtuvo por conclusión que la circunferencia de la Tierra era de 250.000 estadios.
Este dato es importante en la historia de la ciencia. Analicemos su proce­dimiento. ¿De qué supuestos partió Eratóstenes para realizar ese cálculo?
Los supuestos eran más o menos los siguientes: si el Sol es siete veces mayor que la Tierra y todo él emite rayos de luz, entonces los rayos solares caen en forma paralela a la Tierra. Advirtió, además, que la diferencia de sombra pro­yectada por los gnomos de Siena y Alejandría se debe a que la superficie de la Tierra no es pareja. Entonces, si la diferencia del ángulo formado por la som­bra proyectada era cincuenta veces menor que la circunferencia (360'l`7.2'), había que multiplicar 5000 estadios -que era la distancia entre las ciudades y equivalente a 7.2°- por 50, operación que daba como resultado 250.000 es­tadios de circunferencia para la Tierra. El diámetro polar de Eratóstenes es únicamente 80.5 kilómetros menor al que ahora se acepta como verdadero. ¡Asombrosa conclusión para su tiempo! ¿No crees?`
Pues con todo y que el sistema de Aristarco se acercaba más a las observa­ciones del cielo, como ya dijimos, éste no fue aceptado por los griegos. Prefi­rieron mantenerse con el modelo de Aristóteles y Ptolomeo (85-65 d. C.), modelo que sobrevivió hasta la Edad Media.
Para explicar los movimientos de los cuerpos celestes sin mover la Tierra del centro del universo, Ptolomeo calculaba que en algunos momentos la dis­tancia entre la Luna y la Tierra era dos veces menor, lo cual significaría que tendría que observarse dos veces más grande que de costumbre, y eso ¡nunca sucedió! Ptolomeo reconocía esa inconsistencia en su sistema, no obstante fue ampliamente difundido.

Conclusiones
Puntualicemos que el desarrollo del conocimiento científico es una cons­tante lucha de teorías. Cada una de ellas tiene una versión distinta de los mismos hechos y esas versiones a veces son contradictorias entre sí; y sin embargo, ellas tratan por igual de explicar los mismos hechos. Esto quiere decir que los hechos son el punto de partida de la construcción de teorías.
Pero ¿y por qué hay diferencias entre las teorías si parten de los mismos hechos? ¿No sería lógico esperar las mismas explicaciones? No, puesto que aquí entran otros elementos en juego como poder distinguir los hechos rele­vantes de los que no lo son. Es preciso tener ciertas ideas preconcebidas. Esas ideas preconcebidas que se aceptan como verdaderas, obvias y sin explicación, se llaman axiomas, principios o postulados. Ellos son los pilares de la teoría y funcionan como criterios que permiten al investigador identificar y estudiar los hechos que intenta explicar. Ejemplo de eso es el suponer que el círculo es la más perfecta de las figuras geométricas.
A partir de estos principios, el investigador deriva proposiciones que son verdaderas si los axiomas o principios son verdaderos.
Las proposiciones, pues, explican los hechos y al mismo tiempo son coherentes con los axiomas. Por eso cuando se pone en duda la veracidad de los axiomas, toda la teoría construida en su entorno se viene abajo.
Otra conclusión que podemos aprender es la idea de que la ciencia es racional, es decir, que cada una de sus afirmaciones se deriva lógicamente de los principios o postulados fundamentales. Pensar de manera lógica es buscar con cuidado que todas las afirmaciones tengan sentido entre sí, que no se contradigan mutuamente. De manera que las afirmaciones son verdaderas siem­pre y cuando los principios de los que parten también sean verdaderos. Como ejemplo podemos recordar los razonamientos de Eratóstenes para calcular la redondez de la Tierra.


2. LA IDEA DEL UNIVERSO EN LOS SIGLOS XVI-XVIII

La explicación aristotélica-ptolomeica del universo permaneció por mucho tiempo hasta que en 1543 apareció la obra De revolutionibus Orbium Caelestium escrita por el científico y sacerdote polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), cuya tesis fundamental mantenía que el Sol permanecía estacio­nado en el centro del universo y todos los demás cuerpos celestes, incluyendo a la Tierra, giraban en torno suyo.

Nicolás Copérnico. En la periferia del universo se encontraba la esfera de las estrellas fijas que ahora permanecía inmóvil mientras que el movimiento aparente de esas estrellas era producido por el movimiento de rotación de la Tierra.
Copérnico supuso que Aristarco tenía razón cuando afirmaba que era el Sol y no la Tierra el que estaba en el centro del universo. El sistema de explicación de Copérnico resultó con mucho, más sencillo que el de Ptolomeo y además facilitaba los cálculos matemáticos.
No obstante, Copérnico tomó precauciones debido a que los estudiosos con ideas que contradecían a los griegos o a las sagradas escrituras eran vistos con malos ojos y, en el peor de los casos, eran enjuiciados y acusados de blasfemos o hechiceros y a veces hasta se les quemaba por ello.
La mayoría de las personas del siglo XVI, pensaban que la Tierra no se movía y eran la Luna, el Sol y los demás cuerpos celestes los que giraban cada día alrededor de la Tierra. En esos tiempos se decía que el motor que hacía girar a las esferas eran, en realidad, ángeles.
Algunas de las objeciones hechas a la teoría de Copérnico eran las si­guientes: si la Tierra en realidad rotaba, tendría que percibirse un fuerte viento del este, además, ella misma volaría en pedazos por la fuerza centrífuga. La última refería que el Sol no se encontraba exactamente en el centro del uni­verso.
¿Revolución copemicana? Actualmente hay quienes afirman, sin embargo (como Cohen, I. Bernard,1989), que Copérnico no logró despojarse de la concepción de las esferas físicas en las que se transportaban los cuerpos celestes, por lo que niegan que en realidad haya habido una verdadera "revolución copernicana" como ac­tualmente se sostiene en los medios intelectuales. Esta revolución fue posible sólo cuando se incluyeron los aportes de Kepler y Galileo.

Johannes Kepler
Por medio de su primer libro Kepler se dio a conocer en el medio intelec­tual. En alguna medida fue por ese libro que le aceptó corno ayudante el as­trónomo que logró las más exactas observaciones de aquella época: Tycho Brahe.
Fue en 1609 que Kepler, en su obra Comentarios sobre los movimientos de Marte, enunció sus dos primeras leyes: "los planetas describen elipses y en uno de los focos se halla el Sol; el segmento que une al planeta con el Sol re­corre áreas iguales en tiempos iguales' Posteriormente, en Armonía del Mundo publicada en 1919, presentó su tercera ley afirmando que "los cuadrados de los tiempos de revolución de dos planetas cualesquiera, alrededor del Sol, son proporcionales a los cubos de sus respectivas distancias medias al Sol".

De manera que a partir de Kepler se supo que los planetas se mueven en trayectorias elípticas, con lo que desaparecieron para siempre las esferas o las trayectorias perfectamente circulares. A pesar de su excelente trabajo, no pudo conseguir que le pagaran por él, e incluso, él mismo, quién sabe con cuántos trabajos, financió la publicación de sus resultados. Sin embargo, se sintió muy satisfecho del gran esfuerzo realizado. A sus ojos, esas penurias habían valido la pena.

Galileo Galilei
Galileo Galilei (1564-1642) fue el otro importante pensador de la época. Lla­ma la atención el hecho de que Galileo, habiendo conocido la obra de Kepler, no la haya tomado en cuenta al realizar sus observaciones, ya que Kepler es notablemente más preciso y riguroso que él en este campo.

Galileo nació en Pisa, justamente el mismo año en que murió Copérnico. Sus padres lo matricularon en 1581 en la carrera de medicina de la universidad de esa ciudad. Sin embargo, a Galileo le atrajo mucho más el estudio de las matemáticas. A escondidas de sus padres, recibía clases de geometría.
Descubrimiento del péndulo: En una misa celebrada en 1585, mientras escuchaba, Galileo miraba con atención cómo el aire que entraba por la ventana hacía ir y venir un candil que colgaba del techo de la iglesia. Lo que le resultó muy interesante al joven Galileo fue constatar que independientemente de la distancia recorrida por el candil al balancearse, el tiempo era el mismo. Aunque no había relojes, lo pudo medir con su propio pulso. Al terminar la misa, se fue a realizar experi­mentos con diferentes objetos. Apenas tenía 17 años cuando esto sucedió. Muchos años después, Galileo supuso que el tiempo de oscilación del péndulo varía según la raíz cuadrada de su longitud. El descubrimiento del péndulo se convirtió en un importante instrumento de medición del tiem­po que fue aprovechado para la construcción del primer cronómetro con que contó el mundo.
Galileo unifica la experimentación y la teoría. Galileo va más allá que Copérnico cuando aporta el análisis matemático y la experimentación a la ciencia del movimiento. Se inicia la elaboración de instrumentos de medición. Galileo usó como instrumentos la regla, la balanza, el reloj de agua, y diseñó otros como el péndulo, el termómetro y el telescopio, entre los más importantes.
En 1609 construyó su famoso anteojo, el cual fue mejorando continuamente. Al año siguiente descubrió las cuatro lunas de Júpiter (¡eso no estaba considerado por Aristóteles!). Para colmo, también observó montañas o cráteres en la Luna, lo cual probaba que era parecida a la Tierra. Todavía más, enfocó su telescopio hacia el Sol y descubrió ciertas manchas.
Poco tiempo después (1911) llevó su telescopio a Roma para que toda la corte papal observara el cielo. La gente tenía curiosidad por mirar a través del instrumento de Galileo. Sorprendidos, ratificaron lo dicho por el sabio. El cielo ya no fue tan perfecto como se creía, puesto que hasta el Sol presentaba manchas. La corte se dividió, unos en su contra y otros en su favor.

Galileo llevó por aquí y por allá su telescopio generando escándalo entre los intelectuales de la época. En algún escrito hizo alusión a la Biblia dicien­do que Josué pidió a Dios que detuviese el curso del Sol. Ello, según Galileo, justificaba que ahora el Sol se encontrara inmóvil mientras los astros, inclu­yendo a la Tierra, giraban alrededor de él. Esa cita no era demostrable.
Fue entonces atacado con fuerza y lo citaron a comparecer por segunda vez ante el tribunal de la Inquisición en Roma, donde tuvo que retractarse ante todos. En 1633 dijo: "La Tierra no se mueve, el Sol y los demás planetas giran alrededor de la Tierra y ella es el centro del universo". Cuentan que al bajar del tribunal murmuró "Eppur si muove" (Sin embargo, se mueve). Galilei murió en 1642.

Isaac Newton
Sin duda alguna el talento científico más grande de todos los tiempos ha sido sir Isaac Newton (1642-1727). Fue fundador de la ciencia moderna en cuatro campos del saber: la óptica, la física, la matemática y la astronomía. El aporte más significativo que legó a los hombres quizá sea el hecho de haber erradicado el sentimiento de inferioridad que sus contemporáneos sen­tían frente a los filósofos griegos.
La familia Newton nació prematuramente en la Navidad de 1642 en Woolsthorpe. Su padre murió antes que él naciera. Su madre se casó poco después y tuvo más hijos. Newton fue un niño débil y enfermizo, de carácter nostálgico, retraído y taciturno. Se pasaba los días por ahí solitario en un rincón haciendo algún juguete que había visto en las páginas de un libro.
Fue Newton quien sentado a la sombra de un manzano en 1666 se preguntó un día mientras miraba la Luna: "¿Por qué no se cae a la Tierra atraída como cualquier otro objeto? ¿Cómo encontrar una ley que explique tanto el actuar de la Luna como el de un objeto en la Tierra?" Sólo fue distraído por el ruido que produjo una manzana al caer del árbol. Esa ley Newton fue capaz de descubrirla y formularla.

AXIOMAS O LEYES DEL MOVIMIENTO
Primera Ley: Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento uniforme y en línea recta, salvo en cuanto mude su estado obligado por fuerzas exteriores.
Los proyectiles perseveran en su movimiento, salvo en cuanto son retardados por la resistencia del aire, o por la fuerza de la gravedad que los impele hacia abajo. Un trompo cuyas partes coherentes son perpetuamente desviadas del movimiento rectilíneo no cesa de girar sino en cuanto es retardado por el aire. Sin embargo, los cuerpos mayores de, los planetas y cometas conservan por más tiempo sus movi­mientos progresivos y circulares, que se efectúan en espacios menos resistentes.

Segunda Ley: El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz imprimada, y se efectúa según la línea recta en dirección a la cual se imprime dicha fuerza.
Si alguna fuerza imprime un movimiento cualquiera, la fuerza doble, triple, etc., generará doble o triple movimiento, ya sea que esas fuerzas se apliquen simultáneamente o graduada y sucesivamente. Y este movimiento (en el mismo plano, con la fuerza generatriz determinando), si el cuerpo se movía ya antes, se agrega a aquel movimiento, si él obra en el mismo sentido, o, al contrario, lo disminuye o lo desvía oblicuamente y se compone con él, según la acción de ambos.

Tercera Ley: A toda acción se opone siempre una reacción contraria e igual: es decir, que las acciones entre dos cuerpos son siempre iguales entre sí y dirigidas en sentido contrario.
Todo cuerpo que oprime o atrae hacia sí a otro, es a su vez, oprimido o atraído. Si alguien oprime una piedra con el dedo, también su dedo es oprimido por la piedra. Si un caballo tira de una piedra, atada por una cuerda, también (por decirlo así) es atraído igualmente el caballo hacia la piedra: pues la cuerda, tensa en todos sus puntos con el mismo esfuerzo, tirará del caballo hacia la piedra, lo mismo que de la piedra hacia el caballo, e impedirá en tanto el progreso o el avance de uno de ellos en cuanto promoverá el avance del otro. Si algún cuerpo choca con otro, mudará el movimiento de éste, con su fuerza del mismo modo que, a su vez, en el movimiento propio sufrirá mutación en sentido contrario del otro (por la igualdad de la presión transformada). A estas acciones son iguales los cambios, no de las velocidades, sino de los movimientos, siempre que se trate de cuerpos que no sufren otro impedimento exterior. En efecto los cambios de las velocidades realizados en direcciones contrarias, por cuanto los movimientos se cambian igualmente, son recíprocamente proporcionales a las masas de los cuerpos.

Newton afirmó que las primeras dos de las tres leyes aquí descritas ya las había demostrado ampliamente Galileo Galilei y por lo tanto le correspon­dían a él. Lo que Newton hizo fue formalizarlas e integrarlas con la suya propia, trabajo nada sencillo por cierto.
Comentarios sobre las leyes de Newton
Con estas tres leyes fue posible explicar tanto los movimientos de los ob­jetos en la Tierra (movimiento de manzanas al caer, por ejemplo), así como los movimientos de los planetas en sus órbitas. Newton sintetiza dichos fenó­menos cuando escribe:
El que los planetas puedan ser retenidos en sus órbitas es algo que podemos com­prender fácilmente si consideramos los movimientos de los proyectiles. En efec­to una piedra arrojada, por la presión de su propio peso, se ve forzada a abandonar la trayectoria rectilínea... viéndose obligada a describir una línea curva en el aire, y merced a este camino torcido se ve finalmente llevada al suelo. Y cuanto mayor sea la velocidad con la que se proyecta, más lejos va antes de caer a la tierra. Podemos suponer por tanto que la velocidad se incrementa de tal modo que des­criba un arco de (muchas) millas antes de llegar a la tierra, hasta que finalmente, extendiendo los límites de la tierra, pasará totalmente sin tocarla.
Estas tres leyes siguen resolviendo en nuestros tiempos la mayoría de los problemas, salvo aquellos en que se trata de velocidades cercanas a las que recorre la luz. Pongamos algunos ejemplos.
Tomando estas tres leyes como principios de su teoría y observando el movimiento de rotación de la Tierra, Newton dedujo que la rotación hacía que la forma de la Tierra no fuera totalmente esférica, sino levemente achatada en los polos y, en consecuencia, se observaría una gravedad ligeramente ma­yor en los polos que la que se registraría en el ecuador. De manera similar y debido a la misma razón, la gravedad al nivel del mar sería mayor que en las montañas más altas de los continentes.
Los hechos: Una expedición de científicos franceses en 1673 halló que un péndulo que mide en su oscilación segundos, recorre distancias diferentes tal como lo predijo Newton. En el ecuador resultó ser más corta (990 mm) que en París (994 mm).
La gravedad es una propiedad de todos los cuerpos y por ello al mismo tiempo que son atraídos ejercen atracción. La variación de las mareas debido a la influencia de la Luna y el Sol nunca fue aceptada por Galileo Galilei, debido a que suponía que dar crédito a este fenómeno sería aceptar que estos cuerpos eran superiores a la Tierra, tal como pensaban los griegos.
Newton, sin embargo, demostró cómo variaba la marea por influjo de la Luna y el Sol. Cuando la Luna se encuentra en la misma dirección que el Sol la marca es mayor debido a que Sol y Luna "jalan" el agua del mar hacia ellos. Eso lo puedes comprobar cuando hay luna nueva. En cambio cuando la Luna está llena, ambos cuerpos atraen a la Tierra en sentido contrario eliminando mutuamente su influencia. En ese momento se observa la marea más baja. La marea intermedia estaría dada en el cuarto creciente y cuarto menguante de la Luna.
Fíjate que mediante estas tres leyes podemos explicarnos por qué el hielo flota en el agua o por qué los globos de helio se elevan. Si "todo lo que sube tiene que bajar", ¿por qué los globos inflados con helio no bajan?, ¿serán excepciones a la regla? No. Lo que sucede es que el gas de helio es más ligero que el aire y por ello sube por encima de éste, pero sigue siendo atraído por la gravedad; de la misma manera que el aire cuando está dentro del agua. Por esa misma razón puedes ver cómo gradualmente se separan el aceite y el agua cuando los mezclamos en el mismo recipiente, quedando por encima el más liviano.
Newton continuó e integró en su Philosophiae Naturalis Principia Mathematica el trabajo de grandes intelectuales que lo precedieron, tales como Galileo, Kepler, Bacon, Gilbert y Descartes. Él mismo reconoció que ellos le prepararon el camino, alguna vez afirmó: "Si pude ver más lejos, es porque gigantes me elevaron sobre sus espaldas."

Síntesis de la metodología de Newton
La metodología que siguió Newton puede sintetizarse en los cuatro puntos siguientes:
1. La observación de la realidad y la experimentación cuidadosa de ésta, lo llevan a formular leyes por medio de la inducción.
2. La ley enunciada serviría para deducir matemáticamente el comportamiento de los objetos reales descritos por ella.
3. Se comprueba prácticamente la veracidad de los resultados obtenidos por deducción.
4. Se repite el proceso en una gran cantidad de casos particulares y, si sus resultados son coherentes, se acepta la ley o inducción primaria, hasta que se descubra algún fenómeno que no sea explicable por ella.

Conclusiones:
§ La ciencia no sólo debe partir de los hechos para la construcción de teorías sino que, además, ha de volver a ellos para ratificar o rectificar sus proposi­ciones. En otras palabras, la ciencia debe ser contrastada (debe ser empírica o fáctica).
§ Además de ser racional, como ya se dijo, la ciencia busca la objetividad. Esto quiere decir que la teoría explica objetos lo más preciso posible, revisa y corrige constantemente las ideas que no corresponden al objeto descrito. Ejem­plo de ello son los procedimientos experimentales seguidos por Galileo para conocer lo más exacto posible el comportamiento de los cuerpos en caída libre.
§ Las explicaciones científicas van más allá de los hechos. La observación superficial de los hechos nos lleva a engaños; por ejemplo, a través de los sentidos observamos que los cuerpos celestes se mueven mientras la Tierra permanece inmóvil, pero en realidad la Tierra tiene un movimiento y ese movimiento debe ser comprendido por la ciencia.
§ El uso de la lógica y la matemática permiten al científico ser más preciso en sus explicaciones. Una expresión elevada de lo que estamos diciendo es la formulación de leyes y principios teóricos. La ciencia, pues, también es explicativa.
§ Las explicaciones teóricas nacen de los hechos y alcanzan su expresión máselevada en las leyes principales, es decir, en los postulados a partir de los cua­les se construye una teoría por lo que podemos afirmar que la ciencia es legal.La teoría científica y la experimentación se alimentan recíprocamente. La experimentación enriquece a la teoría científica y ésta, a su vez, orienta a la primera. Al diseñar un experimento, se parte de ideas ya conocidas que des­pués son enriquecidas o cambiadas por otras más apropiadas.
§ Por eso también, la ciencia es verificable, esto quiere decir que se puede comprobar a través de la experiencia o el experimento cada una de sus afirma­ciones: sea de manera directa o indirecta.
§ Lo anterior nos permite concluir que el conocimiento científico retoma lo anterior para seguir acumulando información. La ciencia es por tanto integrativa.
§ Por último, la ciencia no improvisa. Persiste en la búsqueda de las expli­caciones más precisas de los fenómenos según las observaciones, hasta que las encuentra. Recordemos el inmenso trabajo realizado por Kepler cuando hacía y deshacía sus modelos teóricos al ver que contrastaban con los hechos observados, hasta que finalmente descubre las tres leyes del movimiento de los planetas.
3. EL UNIVERSO DESPUÉS DE NEWTON

El universo de Newton era esencialmente el mismo que el de Kepler. Era un sistema de cuerpos celestes compuestos por un Sol estacionario y seis planetas girando a su alrededor en trayectorias elípticas, libres de esferas físicas, teniendo a las estrellas como fondo. Se eliminaron las esferas físicas pues ¿cómo podría concebirse que los cometas se acercaran tanto al Sol atravesan­do esferas? De una sola manera: declarándolas inexistentes.
Por otra parte, los cometas dejaban otra incógnita: ¿a dónde se van mien­tras no los vemos? Esto hizo pensar que el universo era mucho mayor de lo que se aceptaba. No hubo tiempo suficiente para saber qué tan grande era el universo ya que se estaban realizando mediciones, cálculos y teorías para explicarlo. En ese sentido el trabajo de Newton es inestimable. Alexander Pope escribió: "La Naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche. Dios dijo: ¡Sea Newton! y todo se hizo luz”
Los planetas conocidos en el tiempo de Newton eran seis: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Los aportes de Kepler y Newton hicieron posible saber a qué distancia estaban del Sol, cuál es el tiempo que les lleva realizar una vuelta completa al Sol (una revolución). A este último fenómeno se le llama movimientos de traslación.

El universo y la relatividad
Debido a que Newton aceptaba que los planetas se movían, fue que propu­so la existencia de un éter universal inamovible que permitía realizar las me­diciones de los planetas. Por ejemplo, para decir que viajamos a 80 kilóme­tros por hora suponemos que esa medición se realiza con respecto a la superficie inmóvil por la que corre el vehículo. De la misma forma se procedió a medir la velocidad de los cuerpos celestes con respecto al éter.
El éter, pues, es una sustancia mucho más ligera que el aire por lo que puede penetrar los cuerpos. Dentro de los cuerpos se encuentra el éter enrare­cido. Newton descarta la idea de que exista el vacío absoluto. En cambio el éter ocupa el espacio de manera absoluta e infinita. Incluso llega a pensar que es la presencia de Dios en la Naturaleza.
Descubrimientos de las propiedades del electromagnetismo, de las pro­piedades de la luz, y otras más, llevaron a modificar en muchas ocasiones la estructura del famoso éter, hasta que Albert Einstein en 1905, planteó la relatividad, teoría que hacía innecesario el concepto de éter. De esta fecha en adelante, el espacio y el tiempo conforman un solo concepto, en especial cuando se habla de velocidades cercanas a las de la luz.
Ya se sabía que la velocidad de la luz era de 300 000 kilómetros por segundo, así como la velocidad de la Tierra en su órbita alrededor del Sol, 30 kilómetros por segundo. Por ello, en 1887 dos científicos estadounidenses -Michelson v Morley- llevaron a cabo un meticuloso experimento para comprobar la diferencia de velocidad de la luz, según fuese ésta, en la direc­ción que viaja la Tierra y en sentido contrario. Pensaron que la velocidad de la luz sería igual a 270 000 kilómetros sobre segundo, ya que se restaría el movimiento de la Tierra que es de 30 kilómetros. Sorprendidos ratificaron que la luz tenía la misma velocidad, 300 000 kilómetros por segundo.
Algunas consecuencias de la teoría de la relatividad (...)
La teoría no pudo explicar este hecho hasta que apareció la Teoría de la Relatividad de Einstein. El postulado fundamental de esta teoría es:
“(…) que las leyes de la ciencia deberían ser las mismas para todos los observado­res en movimiento libre, independientemente de cuál fuera su velocidad. Esto ya era cierto para las leyes de Newton, pero ahora se extendía la idea para incluir también la teoría de Maxwell y la velocidad de la luz: todos los observadores deberían medir la misma velocidad de la luz sin importar la rapidez con la que se estuvieran moviendo.”
El experimento de Michelson y Morley que desde otra teoría resultó ser un fracaso, en la teoría de la relatividad era una prueba contundente.
Las consecuencias de este postulado o principio son difíciles de apreciar en la vida diaria. Analicemos el tiempo y el espacio. Citaremos un experimento realizado con partículas llamadas elementales (electrón, muón, neutrino, protón, pión, neutrón,[3] y otras). Las partículas elementales, de manera espon­tánea y natural, se transforman en otras. Los tiempos en que esto sucede son fijos, por ejemplo un pión se transforma en un cienmillonésimo de segundo en un muón y un neutrino. Así, usando un instrumento llamado acelerador de partículas se carga al pión de suficiente energía como para que alcance una velocidad de 0.99999 veces la velocidad de la luz. El pión vive un tiempo 100 o más veces mayor al normal.
Supongamos ahora, por analogía, que existe un transporte tan rápido como la velocidad que alcanzó el pión en el ejemplo y supongamos que estamos tú y yo en el andén esperando al vehículo. Antes de abordarlo, sincronizamos con otra persona que se quedará allí sin moverse. Son las 9:00 a. m. en punto, y el viaje durará 10 minutos. Al bajar del vehículo nuestros relojes marcarán las 9:10 a. m. en cambio, el de la persona que no se movió marca la 1:40 a. m. del día siguiente. ¿Qué pasó? ¿Se descompuso nuestro reloj? No. Ese fue el tiempo que vivimos ya que viajamos a alta velocidad.
La velocidad de la luz es la velocidad límite de la naturaleza. Nada puede viajar a una velocidad mayor que ésta. Así, los acontecimientos lejanos como la desaparición en este momento de una estrella que está a 100 años luz de nosotros no nos afectará en lo absoluto, la gravedad y movimiento de la Tierra permanecerían indiferentes a ese suceso: tendrán que pasar esos 100 años para que sintamos algún efecto.
Un ejemplo mucho más sencillo: si en este momento se apagara nuestro Sol, no nos daríamos cuenta hasta pasados 8 minutos, mientras tanto perma­neceríamos mirando al Sol como si todavía estuviera allí, no habría ningún efecto ya que la luz es el límite de velocidad y ella aún no habría llegado con la noticia.
Otra de las consecuencias que se siguen del postulado principal de la relatividad es la siguiente: la gravedad curva la trayectoria de luz, es decir, su camino no es recto cuando pasa cerca de un cuerpo de gran masa. Si el haz de luz de una estrella pasa cerca del Sol, se inclinará o curvará hacia él, de tal forma que la posición aparente de la estrella en cuestión, se observará leve­mente desviada del lugar en que en realidad se encuentra.
Esta consecuencia no puede ser observada directamente debido a que la luz del Sol no permite mirar lo que ocurre a su alrededor. Albert Einstein publicó su obra Sobre la teoría especial y general de la relatividad en 1916. Durante el eclipse de Sol del 29 de mayo de 1919, los astrónomos de la Real Academia de Astronomía de Londres, pudieron comprobar las predicciones de Einstein desde observatorios provisionales ubicados en Brasil y África, respectivamente.
Una más de las consecuencias: los cuerpos con masa mayor a una vez y media que la masa del Sol, una vez consumida la energía que les permite mantener el equilibrio, no soportarían su propia gravedad y se colapsarían (comprimirían) reduciendo su tamaño en forma considerable, o bien su tama­ño sería infinitamente pequeño. A los primeros se les conoce como estrellas enanas o estrellas de neutrones y a los segundos como agujeros negros.
Las estrellas enanas son muy densas, un centímetro cuadrado tendría la masa de una de nuestras montañas. ¡Imagina lo que sucedería si pudiéramos traer un centímetro cuadrado hasta la Tierra! No habría manera de mantenerla en la superficie, perforaría cualquier material debido a su peso. Ahora imagi­na el caso contrario: si fuera posible que pisáramos la superficie de una de esas estrellas, la fuerza de gravedad sería tan intensa que quedaríamos embarrados en la superficie: ¡nuestra estructura ósea no soportaría semejante gravedad!
Y en un agujero negro, ¿cómo serían las cosas? Aquí la densidad sería infinitamente mayor a la de una estrella enana. La gravedad sería tan intensa que ni la luz podría escapar. La luz se comportaría como una bala en nuestra Tierra: subiría hasta agotar su energía y regresaría de nuevo. Se abre aquí otra cuestión: ¿y la dimensión espacio tiempo? Como nada puede viajar más rápi­do que la luz, entonces nada saldría de allí y por lo tanto el tiempo no transcu­rriría.
Este asunto ha dado mucho qué decir y fantasear tanto a los científicos como a quienes gustan de la ciencia ficción.

Hacia una teoría unificada de la física

Lo dicho hasta aquí, hace suponer que quizá muchos de los cuerpos celestes que vemos, dejaron de existir desde hace miles de años. Basta imaginar lo grande que es la galaxia en que vivimos, tomando en cuenta que es sólo una de los cientos de miles de millones que pueblan nuestro universo, para darnos cuenta de que el tamaño de la Tierra (aproximadamente cuarenta mil kilóme­tros de circunferencia) es insignificante frente al tamaño de nuestro universo.
El tamaño calculado para el diámetro aproximado de la galaxia en que vivimos es de cien mil años luz. Su forma es de un disco, tal como se aprecian en los castillos de juegos pirotécnicos mientras se queman. Las estrellas que se ubican en los extremos de los brazos de la espiral, "giran alrededor del centro en un periodo de cientos de millones de años"."
De manera que la Tierra está en un pequeñísimo sistema solar, éste a su vez forma parte de una extensa nube de sistemas solares que también giran alrededor de un centro y todo este conjunto se denomina galaxia. Y, como dijimos, existen cientos de miles de millones.
El universo se expande de un cinco a diez por ciento cada aproximada­mente mil millones de años. Aún hay incertidumbre en cuanto a la densidad media que tiene el universo. Porque si "sumamos las masas de todas las estre­llas, que podemos ver tanto en nuestra galaxia como en las otras galaxias, en total es menos de la centésima parte de la cantidad necesaria para detener la expansión del universo".
De los tres modelos existentes sobre el universo, el más aceptado es el que afirma que se inició cuando la materia estaba comprimida infinitamente y el calor de esa materia dio lugar a una gran explosión (teoría del Big Bang). Después de ella, la materia resultante salió disparada a una velocidad altísi­ma, muy cercana a la de la luz. Aún ahora sigue abriéndose o expandiéndose en la proporción ya mencionada y en línea curva (de acuerdo a la relatividad el espacio es curvo), tal como la superficie terrestre.
Se cree que llegará el día en que el universo agote su energía, las estrellas se apaguen y no sea posible que siga expandiéndose y empiece entonces a contraerse hasta colapsarse en la particularidad big crunch al estilo de un agujero negro...
Actualmente se considera a Stephen W. Hawking como el mayor genio de la física. Publicó su libro Historia del tiempo en 1988. En él trata los proble­mas más recientes en torno al universo y a la física. Expone los temas de una manera interesante y con un lenguaje sencillo.
La física sigue siendo hoy la ciencia más desarrollada pero aún tiene inconsistencias, lagunas e incógnitas por resolver. El sueño es ver una teoría completa de la física. Después, el trabajo consistiría en simplificarla para lo­grar su divulgación. También, después de saber qué es y cómo funciona el universo (desde la partícula más pequeña a la más grande), quedaría un gran trabajo para filósofos y científicos que consistiría en razonar el porqué y para qué del universo.
Si lo que aprendemos en la escuela en su mayoría son conocimientos re­basados, ¿de qué sirve memorizarlos? A pesar de todo, tienen utilidad siem­pre y cuando los utilicemos para generar nuevos conocimientos. Lo que más conviene saber es el procedimiento mediante el cual se llegó al conocimiento (el método científico). Sin ese saber realmente es de poca utilidad lo que memoricemos: ¡Importa más analizar qué hacemos con lo que sabemos, que acumular conocimientos que nunca aplicamos!

Conclusiones
Las conclusiones que podemos inferir de esta última parte del capítulo son las siguientes:
La ciencia descubre la esencia de los fenómenos que estudia. En la vida diaria las personas nos contentamos con las apariencias y rara vez buscamos más información. Incluso cuando resultan falsas nuestras ideas sobre las co­sas, el hombre cotidiano recurre a creencias que nunca puede saber con segu­ridad su veracidad o falsedad; tal es el caso de creer en los horóscopos, en la quiromancia, o ser supersticioso. Y aunque te parezca extraordinario, hay in­vestigadores científicos que, fuera de su especialidad, en la vida diaria, creen en estas cosas. En cambio toda ciencia penetra en los fenómenos que estudia y descubre sus regularidades (leyes).
El investigador observa hechos, los mide, experimenta con ellos hasta que está en condiciones de realizar proposiciones explicativas. Para lograr ese nivel de abstracción la ciencia recurre a conceptos creados por ella, es decir; construye un lenguaje especializado.
Buscando una creciente objetividad, el investigador científico diseña téc­nicas cada vez más adecuadas para lograr la máxima validez y confiabilidad en sus observaciones y en sus métodos de investigación en general.
El objetivo más alto de la investigación científica es construir una teoría completa sobre el sector que se propone explicar. Por ejemplo, en este capítu­lo se hace alusión a algunos descubrimientos de la física. Se puede argumen­tar que no es así, que el objetivo último es mejorar la vida del hombre. De esa forma ciencia y tecnología serían lo mismo. Una cosa es la ciencia pura y otra la ciencia aplicada. La primera busca construir teorías (describir, explicar, predecir y controlar) y la segunda mejorar la vida del hombres.
Si en la historia de la ciencia, el científico se hubiera reducido a investi­gar aquellos objetos que tuvieran que ver sólo con la vida práctica, no se hubiera desarrollado tanto como actualmente lo está. Por ejemplo, ¿para qué puede servir, de forma inmediata, saber cómo y cuándo inició el universo y cuándo terminará? Cierto es que al tener información sobre estos asuntos, pueden derivarse algunos beneficios, ¡pero no se inició la investigación para alcanzarlos! De esto último podemos también deducir que la ciencia es útil.

A
B.- PROCESO DEL CONOCIMIENTO Y SOCIEDAD[4]
El conocer es una función esencial del hombre. Las experiencias que nos han hecho sentir bien, que han satisfecho nuestras necesidades, así como aquellas que nos han frustrado, han dejado huella en nosotros. Lo que somos hoy no dependió solamente de los objetos con los cuales nos hemos relacionado, sino además, del modo en que aprendimos a relacionamos con ellos. A esa huella se le llama aprendizaje, y es precisamente este aprendizaje el que ahora condiciona acciones sobre los objetos nuevos de nuestra vida.
Los aprendizajes pueden facilitar o dificultar la incorporación de nuevos conocimientos. Por eso, en la medida en que sepamos cómo conocemos podremos lograr modificaciones conscientes de aquellos aprendizajes que dificultan nuestras relaciones con la realidad material y social.
El conocimiento es un proceso interminable de acercamientos sucesivos limi­tados por las condiciones históricas concretas del individuo que conoce y de su sociedad. Gastón Bachelard llamó a estas dificultades obstáculo epis­temológico.
Este obstáculo se presenta de dos maneras: como dificultad técnica y/o como dificultad cultural. El obstáculo técnico se refiere al nivel poco desarro­llado de los instrumentos de investigación. Mientras que la dificultad cultural tiene que ver con la ideología de la época. Uno de los muchos ejemplos de la historia de la ciencia es el siguiente:
William Harvey había observado pacientemente la acción del corazón y de la sangre. A cada contracción el corazón bombeaba cierta cantidad de sangre en las arterias. AI cabo de una hora había bombeado una cantidad que pesaba tres veces más que un hombre. ¿De dónde venía toda esa sangre? ¿A dónde iba? ¿Venía de la nada? ¿Se desvanecía en la nada?
A Harvey sólo se le ocurría una respuesta: la sangre que salía del corazón tenía que volver a él. La sangre tenía qué circular por el cuerpo.
Galeno, el gran médico griego del siglo III d. C., pensaba que la sangre iba y venía suavemente por las arterias y pasaba a través de orificios invisibles en la pared que dividía el corazón en dos mitades. La sangre iba primero en una dirección, luego en la contraria. La teoría de Galeno subsistió durante mil cuatrocien­tos años.
Harvey estudió el corazón en animales vivos y observó que las dos mitades no se contraían al mismo tiempo. Estudió las válvulas que se hallan entre los ventrículos y las aurículas (las pequeñas cámaras del corazón) y advirtió que eran válvulas unidireccionales. Estudió las válvulas de las venas y halló que también eran de una sola dirección; Era claro que la sangre podía salir del corazón por las arterias y entrar en él a través de las venas. Las válvulas impedían que el movimiento se invirtiera.
Harvey ligó diversas arterias y observó que sólo se hinchaban del lado del corazón. Luego hizo lo propio con venas: la presión crecía del lado opuesto al del corazón. En 1616 estaba seguro de que la sangre circulaba.
La teoría sólo tenía una pega, y es que no había conexiones visibles entre arterias y venas. ¿Cómo pasaba la sangre de unas a otras? El sistema arterial era como un árbol en el que las ramas se dividen en ramitas cada vez más pequeñas. Cerca del punto donde las arterias parecían terminar surgían venas minúsculas que luego se hacían cada vez más grandes; pero no había ninguna conexión visi­ble entre ambas.
La prueba final vino en 1661, cuatro años después de morir Harvey. El médico italiano Marchello Malpighi examinó tejido vivo al microscopio y encontró diminutos vasos sanguíneos que conectaban las arterias y venas en los pulmones de una rana. Los llamó capilares ("como cabellos") por sus pequeñísi­mas dimensiones. La teoría de la circulación estaba completa.
Asimov, Isaac. Momentos estelares de la ciencia.

En la época de Harvey, la única teoría válida sobre la medicina era la de Galeno, por tanto, cualquiera que se le opusiera sería considerado un excén­trico. Eso es un ejemplo de lo que se llama un obstáculo epistemológico cultural. Mientras que el obstáculo epistemológico de carácter técnico fue el he­cho de que Harvey no contaba con instrumentos suficientemente desarrollados como para poder demostrar o encontrar la conexión entre arterias y venas: un buen microscopio.
Enrique Pichon-Riviére suma otro obstáculo al anterior. Lo llamó obs­táculo epistemofílico, entendiendo por tal, el problema que una persona tiene que franquear para poder acceder al nuevo conocimiento. A las personas, en especial al inicio de un proceso nuevo, nos cuesta trabajo renunciar a lo ya conocido para pasar a lo desconocido: "Más vale viejo por conocido que bue­no por conocer", es el lema de esta actitud. La actitud de resistencia al cambio se debe a que las estructuras cognoscitivas del sujeto no están tan desarrolla­das como para enfrentar ese nuevo objeto. Su manifestación puede ser la con­ducta de ataque por un sentimiento de molestia o coraje; también puede experimentarse tristeza o aburrimiento.
El obstáculo epistemofílico es el primero que ha de vencer el investigador para luego oponerse a las explicaciones existentes en ese momento histórico y trascenderlas en una obra creativa que supere dicha visión, logrando así un conocimiento más preciso que el que su sociedad sostiene.

Tres tipos de conocimiento
Conocimiento espontáneo
El conocimiento espontáneo es el que se adquiere de manera cotidiana, sin una planeación y sin la utilización de instrumentos especialmente diseñados. En él coexisten elementos racionales e irracionales. La finalidad del sujeto en la relación del conocimiento no es conocer al objeto sino sólo satisfacer nece sidades. Aunque esa relación ya incluya un cierto nivel de conocimiento, este es superficial y acrítico.
Durante el discurrir de cada día no nos preguntamos porqué suceden el conocimiento queda encerrado en expresiones tales como: "todo el mundo...” “porque así se usa", etc. Esta forma de conocer se queda en la apariencia, aceptándola como verdadera sin probarla. Los estereotipos, las supersticiones, adagios, los prejuicios, etc., pertenecen a este tipo de conocimiento.
El llamado sentido común es lo que constituye el conocimiento espontáneo. Cada día realizamos actividades sobre las que no reflexionamos sino que las hacemos de manera automática. En realidad todo lo dicho con relación a la vida cotidiana está inserto en este tipo de conocimiento. Todos nosotros tenemos experiencias de este tipo.
El conocimiento espontáneo es acrítico y se queda al nivel de las apariencias. Ejemplo de esto es la suposición de que el cielo es azul porque a simple vista así lo parece. Sin embargo, el color azul se debe a la refracción de los rayos solares en la atmósfera.

Conocimiento científico
Históricamente ha sido necesario el desarrollo de nuevas formas para abordar la naturaleza. Al principio todos los hombres trabajaban para producir los bienes materiales para su existencia, pero conforme la realidad se fue haciendo más compleja surgió la primera gran división del trabajo: unos se dedicaron al trabajo manual y otros al intelectual. Poco a poco el trabajo de los primeros fue considerándose menos importante e inferior al de los segundos. Desde entonces (cuando apareció el esclavismo) el trabajo intelectual se des­liga de la práctica y lo ejercen personas especializadas. Ese conocimiento muchas veces se ha utilizado para someter a otros grupos sociales. En la actualidad, el conocimiento científico pretende eliminar la división entre teoría y práctica que en el fondo entraña la división del trabajo físico e intelectual. Busca respuestas que beneficien a un sector cada vez más amplio de personas.
A diferencia del conocimiento espontáneo, el científico es un conocimiento que exige mayor rigor, que trata de encontrar las regularidades en los acontecimientos para explicarlos, conocerlos y predecirlos. Se genera mediante la aplicación del método científico en los diseños de investigación. Aun en nuestros días la investigación científica la realizan personas con una preparación especial. Esto constituye una diferencia esencial del proceso empírico‑espontáneo del conocimiento. La historia del desarrollo de la ciencia es la historia de esta compleja forma de abordar la realidad. Cada hombre de ciencia aporta algo al bagaje existente de conocimientos sistematizados. En realidad ésta es una manera de entender el conocimiento científico.
Hay otros autores como Ander‑Egg, Duverger que afirman que el conocimiento científico es un salto del conocimiento cotidiano. Las personas comunes pueden lograr algunos elementos del conocimiento científico a través de los medios de comunicación y, por otro lado, los científicos pueden tener resabios del conocimiento espontáneo.

Conocimiento filosófico
El conocimiento filosófico, desde el punto de vista de la relación sujeto‑objeto del conocimiento, es general y abarcativo. Habla de todo sin límites precisos. En cambio el conocimiento científico es específico y preciso. El filósofo reflexiona los productos de la ciencia, su trascendencia, su valoración general. Sin embargo, el filósofo para no quedarse en la especulación ha de considerar los hallazgos de todas las disciplinas científicas y buscar síntesis generales que permitan a las ciencias nuevos avances.
Actualmente, una persona no puede abarcar toda la cantidad del saber humano. En nuestro tiempo, la filosofía (y la ciencia) se han dividido en diversos campos. Ello ha hecho más manejable el cúmulo de información y el avance acelerado de la ciencia. Sin embargo, esto también ha planteado serios problemas: dichos campos pueden llegar a convertirse, si no hay una adecuada coordinación, en espacios estancos, inconexos entre sí.
La filosofía hoy por hoy no es área exclusiva de filósofos, los mismos científicos han de abocarse a tal problemática. Hay objetos de estudio que se resisten a ser conocidos por una sola disciplina, un ejemplo lo constituyen los grupos humanos. Por ello las últimas tendencias del abordaje de los objetos son cada vez más interdisciplinarias. Esto quiere decir que especialistas de diferentes disciplinas aportan su conocimiento sobre un objeto específico.
La filosofía es también la reflexión sobre las consecuencias de las afirmaciones científicas. Cuando se presentan nuevos descubrimientos o afirmaciones sobre los hechos estudiados, éstos deben ser analizados por los filósofos, con la finalidad de entender sus alcances posibles, tanto a nivel práctico como a nivel teórico; así como también, deberá descubrir los implícitos éticos e ideológicos en general que esos nuevos conocimientos sugieren.
En síntesis, la filosofía tiene como fin ante el conocimiento presentar una explicación más general y profunda que partirá de las ciencias particulares que investigan un determinado fenómeno social o natural. También deberá plantear las incongruencias entre los distintos modelos teóricos que se presenten para explicar un determinado hecho. Busca entonces, la integración racional del conocimiento humano en general.


ACTIVIDAD DE EVALUACIÓN Nº 1: (2 puntos /10%)
Contesta en forma razonada las siguientes preguntas:
1.- ¿Qué diferencia encuentras entre el sistema platónico y el sistema aristotélico del universo?
2.- ¿En qué consiste la revolución copernicana?
3.- ¿Por qué a Newton se le considera el científico más importante de todos los tiempos?
4.- ¿Qué aportes a la ciencia se pueden deducir de los desarrollos posteriores a Newton?
5.- ¿La ciencia es un conjunto de conocimientos que se van acumulando en el tiempo y son inmodificables y verdaderos o ciertamente son conocimien­tos acumulados en la historia pero conforme aparecen nuevos descubri­mientos los antiguos adquieren otra significación?
[1] .- Castañeda Jiménez, Juan (1995): METODOS DE INVESTIGACIÓN (1). México: Mc Graw Hill (Capítulo 2: 42-79)
[2] .- Filósofo procede del griego phílos que significa aficionado, amante, amigo, y del voca­blo sophía sabiduría.
[3] .- Actualmente se conocen varios cientos de ellas.
[4] .- Castañeda, J. (19959. MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN I. México: Mc Graw Hill Editores

No hay comentarios: